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30 de junio de 2013

Sin rumbo

Hay momentos en la vida en los que la desorientación nos gobierna, no sabemos dónde vamos ni cómo vamos a llegar. Esta desorientación puede ser individual o puede afectar a todo un colectivo, a un pueblo, a un país. Incluso nos puede suceder de forma metafórica, sin movernos del sofá, aunque otras veces las idas y venidas son reales, efímeras o casi eternas, y vagamos sin rumbo buscando ¿el qué? ¿A quién? ¿Nuestro sitio? ¿A nosotros mismos? Cada uno sabrá qué tiene que buscar.

Imagen CC de Iko en Flickr
La película. Él es un músico callejero que repara aspiradoras en la tienda de su padre. Durante el día interpreta versiones, canciones que los viandantes quieren oír, pero con la soledad de la noche sus sentimientos más dolorosos tras la marcha de su novia cobran vida en forma de canciones. Ella es una inmigrante que deambula por la ciudad vendiendo rosas. Las cosas con su marido no van bien e intenta mitigar su dolor y paliar su ausencia tocando el piano, aunque nunca en público. Son dos vidas sin rumbo fijo que confluyen en una esquina durante noche y descubren que, además de mala suerte en el amor comparten su pasión por la música...

Once no es un musical, ni una superproducción rodada con los mejores actores. Sin embargo es una película imprescindible, de esas que no necesitan mucho para calarte en lo más hondo. Su falta de medios la suplen con creces los sentimientos que transmite y sobre todo, sus canciones.



El libro. Para dar un golpe de timón y cambiar de dirección la edad no puede ser excusa. Se pueden tener muchos años y querer dejar todo atrás. Y escapar. Sólo hay que dar un salto por la ventana y echar a andar sin rumbo fijo. Y que pase lo que tenga que pasar... Eso mismo debió pensar Allan Karlsson, El abuelo que saltó por la ventana y se largó.


Y vaya si pasan cosas en la ópera prima de Jonas Jonasson, una historia divertidísima, con unos personajes peculiares (alguno de ellos seguro que os suena) que te engancha desde el principio.

La canción. Canciones que hablen de caminar sin rumbo hay muchas, pero hoy nos quedamos sólo con una. Porque me gusta, porque el vídeo es perfecto para esta entrada y sobre todo, porque es una petición especial para este domingo, nuestra canción de hoy es Bitter Sweet Symphony, de The Verve.


Este post es especial para ti, gracias por acordarte un poquito de este blog.

Espero que encontréis vuestra brújula y que ésta sólo busque sonrisas. Feliz domingo para todos.





24 de junio de 2013

Principiantes y errantes #ConLdeEnfermera

Enfermería es una profesión errante y muy vulnerable. Errante porque a casi nadie se le puede asegurar su plaza y vulnerable porque ante estos cambios de contrato o de servicio nos solemos encontrar muy solos.

Y, aunque son quienes más lo sufren, no sólo los sustitutos conviven con esa incertidumbre de no saber dónde estarán trabajando mañana. Los compañeros que ya disfrutan de su plaza en propiedad, bien por traslados, por necesidades del servicio, por cierre de plantas en vacaciones o vaya usted a saber el motivo, no quedan exentos de colocarse de nuevo la L de novato y volver a empezar, temporal o definitivamente, en un nuevo centro o servicio.


Y aunque cierto es que esto no es vida, cuando ya llevas unos años casi te acabas acostumbrando. Eso sí, aunque a veces no se note, sólo los que lo hemos sufrido lo sabemos. Los días previos al nuevo destino y los primeros días (o semanas, si tienes la suerte de que el contrato dure más de unos días) son duros, duros... Y no sólo nos puede afectar a nosotros. Nuestras familias nos sufren. A nuestros nuevos compañeros, aunque intentemos no salpicar demasiado, también les llega algo. Y también puede afectar a los destinatarios de nuestros cuidados, los pacientes.

Pero como decía antes, los años y la experiencia ayudan y, gracias a Dios, cada nuevo inicio no conlleva un trauma ni suele ser un desastre. Si así lo fuera, no habría especialistas en salud mental para tratarnos a todos. 

La cosa cambia cuando eres más joven. Cuando acabas de salir del cascarón, luces con orgullo tu recién lograda titulación  y suena el teléfono casi a las 15:00 h. para ofrecerte tu primer contrato, que empieza esa misma noche en un servicio especial y en un hospital a 110 Kms de tu casa, te entran los siete males. Y no pongas pegas, ni hagas muchas preguntas porque es tu primer trabajo y necesitas hablar con tu nueva supervisora para que te aclare dudas (o te explique algo, tú eres una duda andante en ese momento). No hay tiempo. Sólo di que sí y apunta todo lo que tienes que llevar. 

Arréglate como puedas para estar ahí a la hora con tus papeles, tu uniforme de las prácticas (hasta la mañana siguiente no te pueden entregar el de trabajo) y todas las chuletas de cosas importantes que no quieres olvidar. Y reza para no ser la única enfermera en el servicio. En mi caso mis oraciones fueron escuchadas. Cuando pregunté a la persona de bolsa si empezaría mi andadura profesional sola o con otra enfermera (seguro que los nervios no me permitieron preguntarlo así de bien, pero más o menos) tuve suerte. Un ligero peso se liberó de mis hombros al saber que en este servicio había dos profesionales de enfermería en el turno de noche...

Cuelgas el teléfono, eres feliz (¡tu primer contrato!) pero estás acojonada (con perdón). No sabes si reír o llorar pero no tienes tiempo. Se lo cuentas a los más allegados, intentas echarte algo de comer a la boca, preparas (a ojo, es el primer contrato) tu kit de supervivencia enfermera (pijama, zuecos, apuntes, fonendo, tijeras, compresor, boli de cuatro colores, etc.), buscas el hospital donde pasarás tu primera noche como enfermera y... ¡en marcha!

Como has salido con tres horas de adelanto llegas antes de tu turno, así que aprovechas para entrar y conocer el servicio donde te vas a meter. Te presentas como la nueva, conoces a algunos compañeros, la mayoría muy solícitos y amables, respondes a la pregunta del día -sí, es mi primera vez- echas un vistazo por el servicio, te cambias y esperas a tu ángel de la guarda, tu compañero de turno, ese que ya conoce el servicio y que te va a sufrir, guiar y ayudar toda la noche. Y entonces...

- Pilar, te presento a M. Carmen. Ella será tu compañera de turno esta noche.

Me giro y vuelvo a no saber si reír o llorar al ver a Mª Carmen. Al principio reímos, nos abrazamos porque ya nos conocemos y nos alegramos de volver a vernos tan pronto. Después Mª Carmen, mi compañera de turno, mi supuesto ángel de la guarda y ¡compañera de promoción! me dice que es su segunda noche en el servicio... Y ya no nos reímos tanto.

Por suerte todo fue bien, no paramos ni un segundo de trabajar pero salimos del paso. Gracias a nuestros compañeros de turno y a nuestros pacientes, muchos de ellos casi de nuestra misma edad, todo salió bien. Y no se fue la luz (en la planta había mil bombas de perfusión y dos mil respiradores). Quizás ese era nuestro mayor temor esa noche. 

Y fue un contrato y un verano estupendo que me hace sonreír cada vez que lo recuerdo. Pero, ¿y si no hubiera sido así? El más perjudicado, seguramente todos tenemos claro quién sería, pero ¿quién sería el responsable? ¿La culpa hubiera sido mía, de Mª Carmen o de aquellos que tuvieron a bien colocar solas a dos novatas al cargo de una unidad durante 10 eternas horas?



Por los pacientes, por los compañeros, por los que dirigen, por nosotros... las cosas se pueden hacer mejor. ¿Buscamos soluciones?

El motivo de esta entrada es el nacimiento de Con L de Enfermera, una nueva iniciativa en las redes sociales que pretende dar a conocer y concienciar sobre el contexto de vulnerabilidad al que se enfrentan las enfermeras noveles y las que no somos tan noveles, ante un nuevo contrato y cada vez que nos cambian de unidad, servicio o departamento. 


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